martes, 1 de marzo de 2016

HISTORIA DEL PUEBLO GUANCHE TOMO III




CAPITULO XI

AÑO DE 1498 A 1502

Fomento rápido de la nueva sociedad. Algunos acuerdos del Cabildo. Preparativos para una expedición a Berbería. Guerra de los esclavos o alzados. Reconstitución del reino de Adeje y proclamación del rey Ichasagua. Sexta campaña de Lugo. Muerte de Ichasagua.

No es posible darse cuenta de la previsión y actividad desplegada por el gobernador Lugo y de los honorables repúblicos que le secundaban para lograr la transformación de la isla en muy pocos años, como lo consiguieron, sino con un detenido estudio de las muchas ordenanzas y estatutos que hicieron, que no encuadra en estos ligeros apuntes. Tal empresa constituiría una meritoria obra de saneamiento para los detractores de una época que suelen juzgar sin conocerla y la mejor ejecutoria del patriótico espíritu que animó a los conquistadores. Mas por ahora basta a nuestros propósitos indicar tal cual acuerdo para que sirva, ya que no de pruebas concluyentes en los progresos realizados, de testimonios que hemos de utilizar a su tiempo; así como llamar la atención sobre ciertas medidas restrictivas de los primeros días, violentas cuando rigen en la vida normal de los pueblos, pero salvadoras en sus períodos constituyentes.

Destácanse entre éstas el no conceder repartimientos de tierras a ningún conquistador ni poblador que no se avecindara y viviera en la isla cierto número de años, perdiendo las datas de no cumplir ambas condiciones; así como los terrenos a riego, tratárase de guanches como de conquistadores o pobladores, si dentro de los plazos señalados no las roturaban y ponían en cultivo. Estas medidas dieron lugar a ruidosas protestas. Pero aún ofrecen un aspecto de mayor dureza el acuerdo tomado el 2 de Febrero del mismo año de 1498, ordenando que todos los vecinos de Santa Cruz construyeran sus casas en la villa de San Cristóbal o La Laguna; imponiendo como castigo a los apercibidos por tercera vez el ser expulsados de la isla, perdiendo «toda bien fechuría que hubieren llegado».

Con estos procedimientos ya en 1500 ofrecía la capital de la isla el aspecto de una población europea, prohibiéndose en este mismo año levantar casas pajizas y terrizas al estilo guanche; contando, además del templo de la Concepción y otros edificios públicos, entre otros el convento franciscano en construcción, con centros de beneficencia como el Hospital del Santo Espíritu. Aunque no en tal escala, las demás urbanizaciones de la isla crecían paralelamente.

Igual febril desenvolvimiento se echaba de ver en la agricultura. Descuajaban montes, rozaban terrenos y los laboraban en extensiones de consideración, hasta el punto de ordenar el 8 de Enero del propio año de 1500 fueran exterminadas las burras salvajes; o lo que es lo mismo, prohibieron a los dueños de estos animales les dieran suelta como acostumbraban, so pena de matárselos.

Siendo tan importante la riqueza pecuaria de la isla, que contaba sobre doscientas mil cabezas de ganado cabrío, ovejuno y de cerda, acordaron en 1501 declarar dehesa desde Anaga a Tejina y desde Punta del Hidalgo al lomo de Tahodio: «todo lo cual queda para vecinos de la isla', excepto para gomeros y guanches... por cuanto a los gomeros se les dará en otro lugar, so pena que si entraren con ganado que lo pierda...». «A los reincidentes, por primera vez cien azotes y la segunda cortalles las orejas e echalle de la tierra».
Además... «Que todos los ganados de los gomeros anden en Güy-mar e no en otra parte alguna e que asimesmo los vecinos de la isla anden asimismo en Güymar como ellos si quisieren».

Este acuerdo del 7 de Setiembre lo completan con lo siguiente: «Que los vecinos de Taganana y de la isla no pasen sus ganados de la raya marcada para pastar sus ganados en la dehesa señalada; y que si son guanches el que guarda el ganado de los guanches», le den tantos azotes por la primera vez y tantos la segunda y «el dueño del ganado pague por la primera vez 600 mrs. y por la tercera pierda el ganado y el guanche que lo guardase salga de la isla; y el que lo alcanzase haya la tercera parte del dinero».

A las vivas gestiones del Adelantado ya habían arribado a Tenerife varios pobladores (l), especialmente de Canaria, para establecerse con las condiciones estipuladas, aunque nunca vinieron en tan crecido número como suponen algunos; pero los nuevos que iban llegando, la marcha floreciente de la república y las múltiples atenciones que este progreso exigía al Cabildo en su labor administrativa, aconsejó al gobernador regularizar sus sesiones por lo que ordenó en 23 de Setiembre de 1501 que las celebrara todos los viernes.

Para que se comprenda la prosperidad que alcanzó la isla en estos pocos años, así como el sentido económico de D. Alonso de Lugo y los medios que se vio en la necesidad de emplear para desenvolver su riqueza, basta decir que en 25 de Mayo de 1502 impuso el cultivo intensivo, ordenando que en el plazo de un año plantaran caña de azúcar en los terrenos de riego repartidos en Taoro y demás lugares, «50 pena que el que no la quisiere la haya perdido e se pueda dar a quien quiera que viniere, pagándole el costo». Y no se limitaba a fomentar velis nolis la fortuna privada, sino que asiduo vigilante del bien público, aconsejaba el 14 de Junio del siguiente año las medidas más adecuadas para combatir el gusano, que se había presentado en los cañaverales de Güímar.

Sin embargo del descubrimiento y las conquistas de América, era por aquellos tiempos una preocupación constante de la corona de España la dominación del Norte de África. Hállase entre ambas regiones tan entretejidos sus intereses morales y materiales, tan mezcladas sus sangres y tan próxima su vecindad, que desde el punto de vista nacional la una es complementaria de la otra, haciéndose difícil la convivencia independiente de las dos como lo demuestra la historia. Así se explica que los Reyes Católicos, ante un problema de tan vital interés, a la par que agraciaba a D. Alonso de Lugo con los preeminentes cargos de Gobernador, Justicia Mayor y Repartidor, le exigieran el cumplimiento de los deberes que llevaban aparejadas los honrosos gravámenes impuestos por la realeza de Adelantado de las islas de Canaria y de Capitán General de Berbería desde cabo Guer hasta el de Boja-dor, es decir de todo el territorio bañado por lo conocido en las islas por Mar Pequeña o Mar Menor de Berbería. (2)

Porque las dos últimas dignidades no eran nominales sino una contribución efectiva a beneficio de la madre patria, una indemnización nacional dentro de las teorías de la época a cambio de las mercedes concedidas a D. Alonso de Lugo y a la isla dejándola exenta de toda gabela por tiempo de 25 años, y como tributación del Estado había de pagarse sin dolo ni excusas. Por esto asombran las diatribas y lamentaciones de algunos autores por las empresas militares tinerfeñas en la costa fronteriza de África, como si hubieran obedecido al capricho personal de Lugo, y por el hecho de entrar los guanches a formar parte de las fuerzas expedicionarias. Comprenderíanse las quejas de no ser la corona la mandataria y si sólo a costa de sangre guerreaban en Berbería, pero contribuyendo por igual los peninsulares conquistadores y pobladores, nobles y plebeyos, así como Lugo con sus parientes y deudos hasta el punto de morir varios de sus familiares y hasta un hijo en opinión de historiadores, semejantes querellas más que injustas nos parecen ridiculas.

Tampoco faltan escritores que invocando el convenio de Los Realejos, suponen que una de las cláusulas fue no sacar a los guanches de la isla y el Adelantado no la cumplió. Esto no es exacto. Las bases de la paz fueron las de libertad e igualdad de derechos de guanches y españoles y a estos principios esenciales del tratado, ni directa ni indirectamente, jamás faltó el honorable Lugo (3). El concepto de libertad era en el sentido de no ser esclavos, ni como tales esclavos ser extrañados de la isla, que es lo que hacían los españoles en sus razzias antes de la conquista. Ni tuvo ni es natural tuviera otra significación después de fundidas ambas razas en un solo pueblo; y tanto es así, que los guanches y los peninsulares, al igual que los demás isleños pobladores, hicieron a la vez varias representaciones a la Corona para que los eximieran de tan onerosa obligación, porque todos indistintamente se creían con los mismos deberes y derechos.
Aunque la isla en 1502 no estaba pacificada en todo el territorio y su naciente prosperidad aconsejaba no perturbarla con designios de guerras exteriores, tales serían los apremios del trono que el Capitán General de Berbería se vio impulsado a organizar una expedición. No están de acuerdo los autores respecto a la fecha en que tuvo lugar la primera de estas entradas, pues mientras Zurita asegura que en 1500 señalan distintas épocas. Quizás tengan todos razón porque fueron varias y cada cual se refiera a diversas empresas; pero es probable, dadas las circunstancias atravesadas por Tenerife, de que la primera expedición organizada por los tinerfeños para asaltar la Berbería fuera la de 1502; en la que murió, entre otros, el conquistador Juan Grimón.

Por lo menos lo que no parece dudoso es que en esta fecha emprendieron una correría, por coincidir con el rumor de que el fracaso de la restauración del reino guanche de Adeje , de lo que nos ocuparemos en los siguientes párrafos, debióse en parte a la impaciencia de los más exaltados que no quisieron esperar a que el Adelantado marchara a Berbería. Además hállase robustecida esta creencia porque a partir del último mes del referido año, existe un período de tiempo encerrado como en un paréntesis por dos fechas muy significativas, que son: la una, el asiento del 29 de Diciembre de 1502 en el libro «Acuerdos del Cabildo», en el cual se declara que el regimiento requería a la Sra. de Bobadilla... «como a persona que está en lugar del Sor. Gobernador»... que... «no está al presente en la isla»; y la otra, la donación que figura en el libro 5°. de Datas, al folio 396; su fecha 20 de Noviembre de 1503, de «dos fanegas de tierra en Taoro, en el término de la Orotava, a Constanza Fernández, hija de Pedro Maninidra, canario, muerto en África por los moros». Éste fue conquistador y poblador de Tenerife.
En el curso de los preparativos para esta empresa en Berbería, circuló de pronto la noticia de que los esclavos alzados habían restaurado el reino de Adeje, proclamando al rey Ichasagua, como referimos a continuación.

* * *
La prosperidad alcanzada por Tenerife durante el primer lustro después de la conquista, antes que disminuir el espíritu de rebelión de los alzados o esclavos, pues de ambos modos están designados, sirvió como de espuela para excitarlos poniendo más relieve la lucha entre el progreso y la barbarie. En su hostilidad a la civilización, representada por el cordón de poblaciones que ceñía la isla, procuraban romperlo por un lado o por otro embistiendo a los más débiles, interrumpiendo el tráfico, cayendo como bandadas de aves de presa sobre los rebaños, asaltando los campos de cultivo, asesinando y robando cuanto podían. Cuando se convocaban en crecido número para caer sobre una región determinada, organizábanse para batirlos columnas de vecinos, es decir, de españoles y guanches concentrados, viéndose a veces en la necesidad de abrir pequeñas campañas.
En rigor el general Lugo no contaba con elementos para dominar militarmente a los alzados en su territorio, no pudiendo invadirlo sin desamparar las poblaciones abandonándolas a las fieras acometidas de los rebeldes. Mientras éstos se hallaban libres para correrse con asombrosa rapidez de un punto a otro, para reunirse y fraccionarse, las fuerzas hispano-guanche encontrábanse poderosamente diseminadas en las poblaciones con sus familias, como vecinos propietarios y como soldados para protegerlas llevando una vida sedentaria hasta cierto punto.

Ante estas dificultades, el Cabildo arbitró el recurso de estimular el interés privado con éxito relativo, como pronto veremos.

A la verdad, acontecía un fenómeno bastante extraño. Según las tradiciones y por lo que se rastrea en los libros de Acuerdos lo mismo a raíz de la paz que en los años sucesivos los conquistadores hicieron frecuentes llamamientos generosos a los alzados para que depusieran las armas reconociendo la soberanía de España, ofreciéndoles la libertad con todas las ventajas del tratado convenido, a la vez que los conminaba con la guerra y diferentes castigos de no acogerse a la legalidad; y no se explica, de no concederles un imponderable sentimiento de independencia, de que fueran los siervos o esclavos los que se sublevaran y mantuvieran en la rebelión, rechazando todo acomodamiento a los que le trajeron la libertad.

De aquí la lucha con sus naturales consecuencias. A los que hacían prisioneros imponían distintas penas según sus fechorías y antecedentes, como azotes, cárcel2, cortarle las orejas, extrañamiento de la isla y tal vez en ocasiones la pena capital, aunque no tenemos noticias de un solo caso. Pero téngase en cuenta que por aquellos tiempos, éstos y otros castigos más cruentos eran los que se imponían en las naciones civilizadas hasta por meras faltas. Al parecer las penas de cárcel y extrañamiento fueron las más se aplicaron; pero séase porque el castigo que más temían los alzados era el de la esclavitud o porque estimaron debían imponérselo por ingratos, o por lo ya dicho, de que no disponiendo de grandes contingentes armados fue el hecho de que apelaron al interés privado para dominar o localizar la rebelión acordando el Cabildo abonar por cada prisionero alzado mil maravedíes de los aprehendidos en determinadas regiones, dejando al prisionero en su antigua cualidad de esclavo en favor del aprehensor.

Sin embargo de este acuerdo ordenaron en 19 de Enero de 1500, «que visto el mucho daño en la Isla de los esclavos, que cualquiera esclavo que se huyere desde hoy en adelante, que muera por ello, y si fuere muger que le den cien azotes y la echen de la tierra»; y en 15 de Mayo mandaron, «.que por cuanto la isla ha estado revuelta con los alzados e estades e hacen muchos daños a todos los vecinos de la isla, han sido tomados muchos e son y de fuera de la tierra3 de lo cual no se podía averiguar el mal que hacen e cual sus fechos, si de podía pagar, por ende ordenaron e mandaron que de esta fecha no se le pida ni demande nada por lo susodicho, porque dende aquí adelante si hiciesen algunos daños que lo paguen e por vía de justicia serán echados de la tierra».

Pero sin duda muy pronto tocaron los malos resultados de esta ordenanza, porque en 27 de Julio del mismo año volvieron sobre el acuerdo «fijando pregones en la puerta de la iglesia y decía el pregón: Manda el Sor. Teniente Gerónimo Valdés que cualquier o cualesquier persona que fuere a busca de alzados... de cualquiera manera que los tomasen serán suyos y él los da por bien tomados... salvo los deAdeje y Abona y Güímar y Anaga, que por cada uno se le dará mil mrs.».

Es indudable que la esclavitud impuesta a los alzados que aprisionaban haciendo armas contra España, fue un castigo de carácter transitorio, no ya por lo que revela lo acontecido una docena de años más tarde, cuanto porque todos los indicios dan la certidumbre de que ni era materia negociable ni transmisible, ni dejó de ejercer el Cabildo sobre ellos una especie de patronato. Sin contar con pruebas decisivas, tenemos la impresión de que eran sometidos como a una tutela del aprehensor, que si bien los utilizaban, pasado cierto tiempo observando buena conducta los declaraban horros o emancipados4. Probablemente por reservarse este derecho el Cabildo indemnizaba con mil mrs. a los que corrían los riesgos de salir a campaña.

Mas sea lo que fuere, en el transcurso de estos acontecimientos y en medio de los preparativos de una expedición a Berbería, como por el mes de Julio o Agosto de 1502 circuló la grave noticia de que los alzados de los distintos reinos habían restablecido el antiguo menceya-to de Adeje o sea el trono universal de la isla proclamando rey al famoso guerrero Ichasagua, uno de los nobles adejeros que no quiso acogerse al tratado de los Realejos.

Cuéntase que era Ichasagua enérgico, de poderosas fuerzas y de muy pocas palabras. Fue vencedor más de una vez en los Juegos Be-ñesmares y pasaba por hombre valeroso, sereno y de gran sagacidad. Estableció su corte en la Fortaleza de Ahiyo, entre Adeje y Arona, señalándose aún por la falda sur de esta montaña, en Mengua la cueva Menceya que formaba parte del auchon real5.

Tuvo tal resonancia en la isla la proclamación del rey Ichasagua, conmovió de tal suerte a la sociedad naciente, que comprendiendo el Adelantado todo el alcance político de un suceso de esta naturaleza en un país no pacificado, se apresuró a tomar medidas tan rápidas como enérgicas; empezando por ordenar la invasión del territorio de los alzados a los contingentes destinados a Berbería y por decretar la prisión del infante Izora o séase D. Pedro de Adeje6, que fue conducido y encerrado en la cárcel de la Laguna. Era este D. Pedro, hermano del rey Pelinor, y séase que se hiciera sospechoso por su estrecha amistad con Ichasagua o por alguna otra circunstancia que se ignora, el hecho es que recelaron de haber contribuido al movimiento de los alzados.

Según Serra de Moratín el reino de Adeje fue invadido por las hispanos-guanches por dos puntos distintos operando en combinación, saltando por el puerto de Los Cristianos Jorge Grimón con 50 es-pingarderos y ballesteros, mientras atravesando la cumbre desembocaba por Chasna un ejército comandado por Guillen Castellano, Jerónimo Valdés, Sancho de Vargas, Andrés Suárez Gallinato y Francisco Espinosa.

Cuenta la tradición que estas fuerzas se pusieron en contacto y recorrieron el territorio sin librar una verdadera batalla, porque obedeciendo órdenes de Ichasagua los alzados se disolvían por todas partes; pero que no bien se fraccionaba en columnas pequeñas el ejército invasor, se concentraban los rebeldes y caían sobre ellas trabando encuentros sangrientos, porque ya eran muchos los alzados que tenían armas europeas. Al par de meses de estas correrías sin resultados decisivos, comprendió el Adelantado que con la nueva táctica del enemigo necesitaba de más elementos de combate y de mucho tiempo; lo que no entrando en sus cálculos le decidió a replegar las fuerzas y poner en juego la política, que tan óptimos frutos le había rendido. También se dice de que antes de retirarse el ejército algunos, probablemente de los guanches convenidos, habían conseguido sembrar la discordia entre los alzados. (4)

De una de las tantas fases de esta intriga tenemos testimonios irrecusables, en la que intervinieron el rey de Tacoronte, sus hijos y otros personajes guanches, como veremos a continuación, siendo más que probable tomaran también parte otros indígenas de cuenta.
Según consta en el Libro 1a de Acuerdos del Cabildo, el 17 de Noviembre del propio año de 1502, acordaron «remediar de cómo se tomasen los alzados guanches que andaban por toda la isla».

«E luego parecieron de presente Ximón e Fernando Tacoronte e Gaspar e Francisco Tacoronte guanches, por lengua de Guillen Castellano».

«E hicieron un requerimiento al Sor. Alcalde Mayor Pedro Mejí-as, que estaba presente, que por cuanto por el Sor. Gobernador Alonso de Lugo e por la Sra. Bobadilla e Regidores les ha sido mandado que tomen los guanches alzados e ladrones, que ellos están pronto de lo hacer e cumplir e trabajar en ello con todo su poder con tal que les sean dados los mantenimientos y expensas necesarias y las viandas, e que por cuanto al presente el Sor. Alcalde tiene preso un guanche que se dice Dn. Pedro de Adeje, el cual sabe la tierra del reino de Adeje do andan los alzados e por tanto se lo mandase dar e que ellos se obliga han e obligaron con sus personas e bienes muebles e raíces por se lo dar cada que se lo pediese e demandare».

«E luego el dicho Sor. Alcalde dijo que lo requerido por los dichos guanches le parece bien, pues que le dan fiador de la paz... que pedía a los señores Regidores le digan su parecer».

«E luego todos los dichos regidores digeron que su voto e parecer es que al dicho que así está preso se lo dé el dicho Alcalde a los dichos guanches para sacar los dichos alzados pues que es... en pro de la isla».

«E luego el dicho Alcalde respondió al voto e parecer... que dicho guanche él le tenía preso por ciertas querellas que del dieron... y no hallando por do pueda proceder contra él por ningún rigor de justicia... y que no lo ha soltado hasta más informar... que le place dar fiado a todos los cuatro guanches que hicieron las dichas obligaciones para que cada e cuando se lo pediere...».

Como de la información abierta no resultó ningún cargo contra D. Pedro, y el Adelantado estaba interesado en ahogar cuanto antes el foco de insurrección organizado en Adeje, como hemos visto preparó mañosamente con el rey de Tacoronte y otros proceres guanches un pretexto, no sólo para poner en libertad al inocente D. Pedro, sino para utilizar su influencia sobre gran parte de los alzados.

Y como lo pensó le salió. Dícese que precedidos por algunos mensajeros secretos, D. Pedro, el rey de Tacoronte y otros magnates se entrevistaron al fin con muchos alzados en el lugar llamado el Parlamento, del Valle de San Lorenzo, en Arona. Llevaban los comisionados poderes de D. Alonso de Lugo para negociar la paz bajo las mismas condiciones del tratado de Los Realejos, con olvido de todo lo pasado; proposición que concluyeron por aceptar los principales rebeldes siempre que el rey Ichasagua entrara en el concierto.

Encamináronse juntos como a media legua de distancia, hacia el pie del caserío de Arona donde llaman El Llano del Rey y hasta fines del siglo XVIII, en los documentos públicos, El Llano del Rey Ichasagua como hemos visto en el archivo de la Casa-Fuerte de Adeje. Hallábase de pie en el referido sitio el soberano Ichasagua rodeado de algunos parciales, mirando al numeroso grupo que se le aproximaba capitaneado por el infante Izora, cuando éste llegó a su presencia y después de dirigirle un saludo le dio a conocer su objetivo y las proposiciones de paz. Y cuenta la tradición que el rey Ichasagua, sin corresponder al saludo del infante Izora, sin pronunciar ni una sola palabra, así que recorrió con la mirada las fisonomías de todos los circuís tantes como tratando de adivinarles el pensamiento, tiró de pronto de un puñal que llevaba al cinto y se lo hundió en el pecho.

Así murió, de tan extraño modo, el último mencey guanche.

Con la muerte de Ichasagua el éxito sobrepujó las esperanzas de los mediadores; pero muchos de los alzados, los irreductibles, se lanzaron a los bosques y fragosidades de las sierras para seguir luchando contra los traidores y extranjeros.

NOTAS

1 Debemos observar que ya desde esta fecha empezaban a calificar a los indígenas del siguiente modo: a los moradores en centros urbanizados los comprendían entre los vecinos, es decir a los concentrados; guanches, a los que siendo cristianos y reconociendo la soberanía de España, continuaban viviendo en sus auchones más o menos cercanos de los caseríos, y gomeros a los guanches civilizados en otras islas. La inmensa mayoría de los vecinos de Taganana eran guanches y unos cuantos conquistadores o pobladores. Por esa tendencia a generalizar lo excepcional hay quien dice que los actuales tagananeros proceden de holandeses o extranjeros porque había un par de vecinos y los ven rubios, cuando son legítimos descendientes de guanches.

2 En la información de nobleza del conquistador Jorge Grimón, con motivo de un litigio que sostuvo con el Cabildo y de que más tarde hablaremos, a la 9a pregunta del interrogatorio contestó el testigo Juan Leman:

«Que había ido a visitar a Jorge Grimón que estaba preso y vio a la madre de Martín Cuete que estaba dando voces al Adelantado que Jorge Grimón le había muerto a su hijo, que porqué no le tenía preso con fierros y en la cárcel de los alzados, y el Sor. Adelantado le respondió que lo tenía preso en la cárcel». (Dio a Grimón por cárcel la propia casa habitación).

3 Creemos debemos hacer algunas aclaraciones. Por el primer edicto, del 19 de Enero, imponían pena de muerte al esclavo que hecho prisionero se huía, pero no al esclavo o alzado que cogían por primera vez.

En el segundo edicto, del 15 de Mayo, donde dice: «...han sido tomados muchos e son y de fuera de la tierra...; entiéndase la frase «de fuera de la tierra», de que no pocos de los alzados se corrían a reinos distintos del suyo; como también según la tradición, de que volvían ocultamente muchos de los extrañados de la isla.

Por el edicto del 21 de Julio se echa de ver que se propuso el Cabildo limpiar de rebeldes los reinos de Daute, Icod, Taoro y Tacoronte, que fueron los no excluidos para ganar la bonificación prometida.

4 La siguiente donación indica uno de los procedimientos que empleaban para separarlos de la rebelión y declararlos horros:
«Yo el Adelantado fago merced a vos Fernando mi esclavo de una fanega de tierra de riego junto a la cueva e barranco abajo para que aprobechéis della en lo que quieres con tal que no la vendas en ningún tiempo si no fuera con mi casa, fecha a 5 del mes de Noviembre de 1503 años» (Datas. Libro 1", folio 153).

5 En una de las datas de D. Fernando Guanarteme, rey que fue de Canaria y conquistador de Tenerife, le hace gracia D. Alonso de cierta extensión de terrenos y de unas «cuevas que se llaman Mengua, que lindan con un barranco de las moradas del Rey de Abona...» (Datas. Libro 3°. Año 1522). Todas estas denominaciones se conservan en el sitio referido y concuerdan en todos sus particulares con la data aludida; que por cierto ofrece un error ortográfico, pues en la original que indudablemente decía Arana, en la copia escribieron A vana y después Abona,

6 No debe confundirse a D. Pedro de Adeje con D. Pedro Guanche que vivía en Tamaimo, Valle de Santiago, como lo confirma la data de Juan Méndez y de su hijo Pero Méndez: «...en el término de Daute en la cabezada del Palmar, camino del Valle de Santiago, en la cumbre que dicho camino de Santiago a mano derecha hasta una montaña que se llama Aróte afuer de los guanches y está el auchon de D. Pedro Guanche con unos chupaderos para beber aguas vertientes hacia el Palmar... vos doy como conquistadores y pobladores...» (Datas. Libro 5° y 3" por testimonio).
La situación que indica la data está equivocada, pues el lugar a que se refiere está en Tamaimo en el Valle de Santiago, que no correspondía a Daute sino a Adeje.

ANOTACIONES

(1) Teniendo en cuenta la escasez de fuentes documentales referidas al número de habitantes de las islas, en general; o de Tenerife, en particular, diversos autores han tratado de valorar el monto total de población existente a lo largo del siglo XVI en Canarias. Así debemos citar a: Fernández Martín, Luis: «Aspectos económicos, administrativos y humanos de la diócesis de Canarias en la segunda mitad del xvi». Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas: C.S.I.C./Casa de Colón, 1975 (n.° 21); pp. 95-130.

Sánchez Herrero, José: «Aspectos de la organización eclesiástica y administración económica de la diócesis de Canarias a finales del siglo xvi (1575-1585)». Revista de Historia. La Laguna: Universidad de La Laguna, 1973-1976 (n.° 170); pp. 71-90.
Rosa Olivera, Leopoldo de La y Serra Ráfols, Elias: «Vecindario de la ciudad de La Laguna en el siglo xvi». La Laguna, 1949.

Moreno Fuentes, Francisca: «Tazmía de la isla de Tenerife en 1552». Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas: C.S.I.C./Casa de Colón, 1979 (n.° 25); pp. 411-485; y, «Repartimientos de vecinos de La Laguna en 1514». Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas: C.S.I.C./Casa de Colón, 1979 (n.° 24); pp. 383 y ss.
Lobo Cabrera, Manuel: «La población de Tenerife en el siglo XVI». Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas: C.S.I.C./Casa de Colón, 1979 (n.° 33); pp. 379-416.

(2) La obra de obligada consulta para este tema, es: [Antonio Rumeu de Armas. España en el África Atlántica. Madrid: Instituto de Estudios Africanos, 1956-1957 (2 tomos). Ver también del mismo autor, «Las pesquerías españolas en la costa de África (siglos xv-xvi)», en Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas: C.S.I.C./Casa de Colón, 1977 (n." 23); pág. 349 y ss.].

Uno de los primeros autores que recalcó la importancia de la huella isleña en África fue D. Buenaventura Bonnet, en su artículo «Alonso Fernández de Lugo y sus conquistas en África», en Revista de Historia. La Laguna: Universidad de La Laguna, 1933.
También un coetáneo de Bethencourt Alfonso, D. Leandro Serra y Fernández de Moratín publicó un pequeño libro titulado: Conquistas y aventuras de los canarios en Berbería, Santa Cruz de Tenerife: Librería Hespérides, s. f.

(3) Esta rotunda afirmación por parte de Bethencourt Alfonso no se corresponde exactamente con los hechos históricos ocurridos durante y después de la conquista de Tenerife. A propósito de ello nos matiza la profesora Marrero Rodríguez:

«En el capítulo anterior se ha expuesto la práctica legal que condiciona la actuación de Lugo. Mas la realidad es muy diferente; los documentos muestran que hay naturales que han sido reducidos a esclavitud sin tener en cuenta el bando o reino a que pertenecen. Aunque generalmente no se especifica en los documentos el reino de donde procede el esclavo, salvo un origen guanche o natural de la isla, no obstante algunas veces comentan también este detalle. A pesar de no ser ello muy frecuente, los documentos nos presentan esclavos de cada uno de los nueve bandos en que estaba al momento de la conquista dividida la isla de Tenerife. También aparece en las cartas de venta de los esclavos la parte que justificaría la procedencia injusta, legítima de la mercancía: «esclavo de buena guerra y no de paces».

[Manuela Marrero Rodríguez. La esclavitud en Tenerife a raíz de la conquista. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 1966; pág. 35].

(4) En cuanto a las denominadas cuadrillas de «guancheros» existe un interesante documento del antiguo Cabildo de Tenerife que refleja el objeto de las mismas, así como su organización por parte del Concejo de la isla:

«Parecieron Diego de Ibaute, Fernando Tacáronte, Francisco de Villera, Francisco de Espinosa, Gaspar Fernández, Juan Navarro, Pedro de Trujillo, Juan Alonso, Juan Valenciano, guanches, porque les han enviado un mandamiento y así todos juntos se platicó que había muchos guanches alzados en la isla, dañando y robando la tierra y ganados de los vecinos, que por tanto convenía ponerse remedio en ello ordenando cuadrillas «de su misma nación», según que siempre en esta isla se ha hecho, mandaron que todas aquellas personas que fueren señaladas por las copias, por sus cuadrillas de diez en diez formadas del dicho Sr. Adelantado o que sean obligadas las tales cuadrillas dentro de dos meses a traer todos los alzados guanches y que contra los dichos dos meses del día que se les dieren las copias (y que así traigan los palmeros alzados, testado), so pena que los que no fueren en los tomar dentro de dicho término que en pena de ello sean desterrados de la isla perpetuamente, pues que se presume que.maliciosamente ellos los sostienen y les dan de comer, porque hay esclavos que seis o siete años andan alzados y no se han tomado y por cada uno de los que así y entregaren en la cárcel presos que le paguen dos mil mrs. dentro de tercero día que los entregaron y que el que se saliere de suyo a su señor, después de salidas las cuadrillas que les paguen mil mrs. y si fuere libre malhechor yse viniere a la cárcel que no les pague los dichos mil mrs. y para que tengan efecto lo susodicho y sean castigados los malhechores...».


[Cabildo; La Laguna, 21 de enero de 1515: Acuerdos del Cabildo de Tenerife (Ed. de Elias Serra Ráfols y Leopoldo de la Rosa Olivera). La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 1965; pág. 68].

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